por Angela Tamayo | Jul 4, 2013 | Café orgánico
Cuando vamos al supermercado y llegamos a la sección de cafés seleccionamos una marca por tradición o precio, pues es un producto del cual sólo necesitamos algo tan sencillo como la chispa de energía que nos activa en la mañana. Y todas las marcas cumplen con este requisito, ser el principal insumo de una bebida oscura, por lo general caliente, cargada de cafeína, sustancia mágica que dispersa el sueño e invoca la inspiración. No obstante, hoy nuestra conciencia nos debe llevar a pedirle mucho más a esa bebida oscura. Si, así como lo lee, debemos pedirle más que energía, debemos exigirle exquisito sabor, suave aroma, cuerpo limpio y consistente, equidad y sostenibilidad. Y estas no son cualidades sonoras, ni requisitos de moda, son las características de aquellas bebidas preparadas con granos frescos de café, procesados cuidadosamente por manos laboriosas que desde la siembra de la plántula hasta el beneficio de la semilla, en su punto óptimo de maduración, han puesto su corazón. Los caficultores de corazón, producen el mejor café del mundo, pues son quienes perfeccionan los procesos llegando a los detalles que hacen la diferencia. Estos son nuestros caficultores colombianos, que madrugan con los primeros rallos del sol a desmalezar a mano las plantas de café que conviven con un sin número de especies en los micro climas de las montañas del Sumapaz. Si, a mano, algo costoso, pero es la técnica que conocen, la manera no invasiva, la que respeta el equilibrio de la flora de la región. Nuestros caficultores colombianos del Sumapaz preparan por meses los nutrientes para sus cafetales, compostan insumos de la región como...